16 septiembre 2006

TRIBUTO A LA SOLEDAD XV El tiempo nos pone a prueba

Todos los días nos encontramos al pie de las sorpresas, por eso es preciso convencerse de que los atardeceres cambian siempre de sitio, que las gaviotas se dispersan hacia otros horizontes, que mi corazón te está buscando como la hormiga que recorre distancias y se mete en la boca de la manzana.
De la góndola del sueño surges tú, y voy hacia tu encuentro, incendiada, te veo como un salmo que vuela por los aires en la orfandad que no cesa; agitas la campana de plata que incita al guardián de los enamorados, y con la verdad en los ojos tropezamos al frente de la puerta iluminada.
Te me pierdes repentinamente, te alejas como un barco en la neblina; es preciso pagar un rescate de adalides para poder besarte en la garganta, de mis manos durmiendo en tu cintura fatigada, una tempestad atraviesa el sendero de tus párpados y surgen las estrellas a la vista de todos; el mito de saberte mía es como un guante sin medida, como un colibrí que me acecha con el batir de sus alas, y nos pertenecemos al amparo de un tulipán nocturno ensimismado. En la túnica amatoria todo sucumbe...
Empieza entonces la desbandada de tu sombra, que se desplaza por el viento raso como una mariposa enamorada. Alimentado en ti, permanezco custodiando la niebla de tu cuerpo para recuperarte al día siguiente, a la orilla del sueño; catedral que nos conduce al resquicio de hacer eterno lo pasajero, aunque ya nada pueda volver a ser lo mismo, pues se ha violado la inocencia de la noche.
Los sollozos en derredor estremecen los corazones, pues se esconden detrás de cualquier quicio los inquisidores. Será necesario conjurar la palabra amor sobre las puertas, detrás de los ladrillos, en todos los rincones yermos, en cada una de nuestras fronteras. Ven, ayúdame a insertar en lontananza un manual de fórmulas para ahuyentar la tristeza de mis cielos. Ahora, que el tiempo nos pone a prueba.
Y cuando el futuro se te haga insoportable o el dolor de la soledad arraigada te despierte, estaré preguntándome en qué sitio amanece tu estela; serán noches largas y mis palabras se te harán visibles cuando crezca la hoguera. Ahuyentando los vestigios de un confuso pasado, estaré, no sé en dónde, para conjurar nuestro próximo encuentro.
Aquí en mi vientre madurará el silencio, lo sentirás si pones el oído en la tierra. Se dormirá en tu boca. Ya no habrá ninguna excusa mía, rompiendo la mañana o quebrando el calor del medio día.
Giro para encontrarte en el eco desesperado que nos ahuyentó de sus dominios; rescoldos de lo amado brotan de la aurora, paisajes que se vuelven humo, polvo, luz; continúo clamando a solas para acudir al ensoñado océano de tu poesía, donde tus olas permanecen al acecho.
Ayúdame a no olvidarte, a seguir buscando la mirada que pusiste en mi rostro sereno, ayúdame a olvidar nuestra hermosa soledad en celo.

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