14 septiembre 2006

BITÁCORA DE SOBREVIVENCIA II Reconocer la verdad

Una espantosa sed me despierta. Voy al baño y miro en el espejo las huellas de una cara cansada, con el fastidio de una noche más a cuestas y con el cabello visiblemente enmarañado. Además, no me siento bien del estómago, hay una fatal revolución en mis intestinos, una reverberación que lanza sus ecos por todas las paredes de mi cuerpo.
Tengo la impresión de que hubiera dormido diez años enteros, en una especie de hibernación indefinida. Pocas veces me había levantado de la cama tan temprano, tan adolorido de las coyunturas y tan deshidratado.
Acepto que anoche me acosté mucho antes de verme sorprendido por el silencio funesto de la madrugada, fuera de toda costumbre, pues por lo regular me desvelo hasta que termino rendido por el sueño.
Creo que necesito una cama nueva, y una nueva compañía. La que tengo la usaron primero mis padres, bueno, quizá deba decir en un ejercicio de franqueza lo mucho que me cuesta reconocer la verdad sobre mi origen en este mundo. Resulta que el señor que siempre dijo ser mi papá, no lo es; por lo menos no de manera biológica.
No tiene mucho que me enteré de la noticia, y para no dejar de ser honesto hubiera preferido no saberlo. Uno de mis profesores solía decir que el conocimiento nos hace infelices; creo que tenía mucha razón.
Fue una verdad muy dolorosa; un golpe bastante duro que aún sigo tratando de asimilar. A mi madre no le quedó otra opción que contarme su versión de los hechos, el secreto que había guardado con el mayor recelo durante años y años.
Me decepcionó profundamente al confesarme que ella había sido quien después de dar a luz, le había dicho a mi verdadero padre que no quería volver a verlo y que no la volviera a buscar. Según ella, él era alcohólico, pero su enfermedad ya estaba muy avanzada. Me platicó que otro de sus vicios era el juego y que incluso una vez, ahogado en licor, estuvo a punto de apostarla con sus amigos en una partida de cartas.
Además, me contó que luego del matrimonio comenzaron los maltratos de su parte; que la dejaba encerrada y cuando llegaba la quería golpear si no accedía a sus caprichos. Al verse en esa situación y presionada por su familia, mi madre decidió quedarse sola, pero tiempo después conoció a alguien más en donde trabajaba. De ahí surgió una nueva relación y dos hijos más; mis medios hermanos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

SÓLO PUEDO DECIRTE QUE CUANDO DECIDES HABLAR DE LAS COSAS ES EL PRIMER PASO PARA SUPERARLAS...
TE QUIERO MUCHO
DGPG

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