15 septiembre 2006

TRIBUTO A LA SOLEDAD VI Porque ya no estás aquí

Me odio cuando miento, también cuando me mienten. Angustia que sucumbe como sucedáneo de un mal menor, de un contratiempo inusual, de una infame cachetada del destino.
Mentiras que pretenden borrar los sentimientos. Sólo me llama quien no quiero escuchar. Sólo me quiere quien ya no me interesa más.
La vida así, se apaga en su contradicción. Rumores de bajas pasiones que se inventaron para intentar separarnos, finalmente cumplieron su misión. Dieron paso a la catástrofe de no volver a tenernos el uno al otro, de no poseernos con el desparpajo acostumbrado, con las ansias a flor de piel.
Tengo que confesar que siempre hubo algo que fue en detrimento de la verdadera sinceridad. Se derramaron cientos de lágrimas, cada uno en su propio vía crusis, cada quien en su propia letanía de lamentos.
Lo siento, es misógina una parte de mi cuerpo; la otra, ama a las mujeres hasta el delirio; con la pasión de los que se dejan doblegar por la fuerza abrasadora de ocultos deseos; con el furor demencial de entregarse a un sin fin de sacrificios sólo para cumplir la más nimia de sus exigencias.
La parte misógina quisiera tomarlas del cuello y hacerlas pedir perdón por todos sus desprecios, por todas sus mentiras también; por su insoportable hipocresía. Esa parte de mí aborrece sus sonrisas falsas, sus palabras necias y la renuencia de sus inolvidables labios.
Me hago daño si permito que dentro de mí gane el odio de saberme engañado y engañador al mismo tiempo. Entonces la sinrazón obnubila a los sentimientos y me enfrento a la cruda realidad de vernos separados, distanciados por un laberinto de encuentros improbables; de sueños que ya no serán, porque ya no estás aquí.
Pero por más que me lo prohíbo, dulces mentiras me consuelan los oídos. Me digo a mí mismo que pronto podré verte.

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