15 septiembre 2006

TRIBUTO A LA SOLEDAD X Tu indispensable consuelo

Te quedas sin imágenes para visualizar el mundo. No sabes con qué mecánica situar tus días. Después de la perpetua espera, es injusto el destino contigo.
La pasión y sus deseos resultan dolorosos, el cariño que una vez le tuviste se muestra ahora turbio, desatado, abrupto; detesta al mundo en acto de locura inútil, hiere a fuego lento la templanza de los halagos.
Coloco en una balanza mi espíritu y mis sueños pervertidos en una subasta. Examino los rostros de la codicia y el apetito; nuestra culpa es la defensa más cobarde al desprendernos.
¿Me devolverás tu cuerpo de hoja desenvuelta? El tiempo se desborda en los días sin oficio y a ti sólo te preocupan las noches que amoldan tus sueños.
Pero basta con encontrarnos furtivamente en la materia onírica de la que están hechos, para atraerte hacia mi piel anhelante. Aún si fuera una aparición engañosa, es para mí un privilegio, es para mí una recompensa el poder tocarte, el poder rozarte sin que puedas oponerte a mis deseos obstinados.
Pero de esta manera no se puede vivir, es demasiado anacrónica la condena, inmerecida de antemano, declarada por una voz sin cuerpo; ¿por qué lo hiciste Dios, por qué permitiste que fuera un mal actor en tus pesadillas; te desafío y clamo por los abominables excesos, por ser tu víctima sin saber cuando despertarás de ellas.
Cierro los párpados y me asfixio hasta sufrir porque eres la insulsa fantasía en la que he creído; se rompen milagrosas imágenes en mis manos húmedas de miedo.
Mi organismo amanece entre espejismos, y se piensa herido luego; se yergue –su dimensión es tu ausencia– y arroja enceguecido sus sueños a una letrina. Entonces sufre, se embelesa con las palpitaciones de una radiante hoguera –la pena–, y sufre más porque tal pareciera que no tendrá tu indispensable consuelo.

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