19 septiembre 2006

CARTAS AL VUELO VII La palabra puerta

Tener noticias tuyas es como abrir una ventana. Enterarme de algo más que desconocía a través de lo que me cuentas es impagable. Es como dar marcha atrás a los bellos instantes que tuvimos y lanzarse a los recuerdos buenos donde está el amor, donde estás tú, con las grandes lealtades y las grandes traiciones.
Gracias a la movilidad imaginativa de la mente es impresionante la facilidad de revivir y ampliar el pasado tanto como se quiera. Es ahí donde está lo que uno pudo hacer y no hizo, y también lo que uno pudo no hacer y sí hizo, es decir, la encrucijada en la que los caminos elegidos fueron desafortunados.
En la película que pasa frente a mí se proyectan escenas inquietantes; se muestra cómo habría sido nuestra historia si se hubiera tomado el otro rumbo, justo aquel que quedó descartado... Los grandes espacios en blanco son por lo regular episodios de abatimiento, que en otra acepción también son provechosos.
Usualmente, luego de soportar las repeticiones de la permanencia involuntaria, suspendo la función y pienso que el camino elegido no fue tan equivocado y que acaso, si se presentaran las mismas situaciones, la elección sería la misma. Con variantes, claro. Con menos ingenuidad, por supuesto. Con más templanza, por las dudas.
En los últimos tiempos antes de la obligada separación, todo sucedió tan atropelladamente, en medio de tantas tensiones, rodeados por tantas implacables urgencias, por tantas decisiones a tomar, que no había ni tiempo ni ánimo para la reflexión, para pensar y repensar sobre nuestros pasos.
Ahora sí hay tiempo, demasiado tiempo, demasiados insomnios, demasiadas noches de estar soñando con tu sombra. La tendencia natural es preguntarse para que sirve esta meditación tardía, atrasada, anacrónica, inútil. Y sin embargo, sirve.
La ventaja de este tiempo baldío es la posibilidad de madurar, de ir conociendo los propios límites, las propias debilidades y fortalezas; de ir acercándose a la verdad sobre uno mismo, de no hacerse ilusiones acerca de objetivos que uno nunca podría lograr, y en cambio, aprontar el ánimo, preparar la actitud, entrenar la paciencia, para conseguir lo que algún día sí puede estar al alcance.
En estas peculiares condiciones, voy desmenuzando lo que quise y lo que quiero, lo que hice y lo que haré. Sí, tener noticias tuyas es como abrir una ventana, pero entonces me vienen unas ganas casi incontenibles de abrir más ventanas y, lo que es más grave (qué locura), de abrir una puerta. Y ésta, me contempla férrea, cruel, durísima, sin hacerme ninguna promesa ni darme ninguna esperanza y siempre cerrándose en mis narices.
A veces tenemos con nosotros la respuesta esperada, pero no siempre es suficiente porque pareciera que no podemos cambiar los hechos de la vida. Yo sé que para llegar a ti es imprescindible traspasar la palabra puerta.
Sin embargo, pareciera que estoy condenado a ver las espaldas de esa puerta, su lomo hostil, inexpugnable, concretísimo, pero no tan sólido como un buen argumento o como una buena razón.
Tener noticias tuyas es como abrir una ventana, pero quizá no sea aún como abrir una puerta. Si repito la palabra puerta es porque una puerta significa, literal y metafóricamente, muchas cosas.
Cuando está cerrada es la clausura, la prohibición, el silencio, la rabia contenida. Si se abriera (no para un recreo, sino para todos ellos) sería la reparación de las ilusiones perdidas; de los olores, de los sabores, de los sonidos, de tu imagen clara y del tacto libre para recorrerte.
Sería por ejemplo, la recuperación de tus brazos y de tu boca y de tu cabello. Pero para qué darle vueltas a una cerradura que no cede, que se ha vuelto inconmovible. A pesar de todo, no me dejo vencer, organizo una campaña anticlausura, te escribo cartas considerando los pros y los contras, donde sigo autocensurándome pero soy más osado; o mastico breves monólogos como éste que ni siquiera garantiza exorcizar nuestros males.
Aún así, tenemos derecho de jugar al futuro y, por supuesto, en ese juego de azar siempre nos guardamos un naipe bajo la manga, o reservamos un jaque mate que no malgastamos, sino en la gran ocasión donde es requerido.
Por eso, los matices más destacables y positivos de esa campaña, son el poder hacernos promesas, el poder darnos esperanzas (no las increíbles y triunfalistas, sino las austeras y verosímiles), o el poder imaginar que abrimos la puerta al mismo tiempo para encontrarnos nuevamente.

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