18 septiembre 2006

CARTAS AL VUELO IV Sobre todas las cosas

Retraído de lo mundano, dando vueltas y con el pecho palpitante, sigo extrañándote a cada rato sin que lo sepas, en espera de la noche en que llegarás. No me desalienta saber que tal vez pase mucho tiempo, pues merced a la tenacidad que exigen las grandes hazañas, dejarás de ser la que se fue, y serás la mujer venida a mi corazón, desde las lejanías hurañas de otro continente.
Pero te pido que me escribas, necesito encontrarte en el goce de las reveladoras palabras, saberte tan cerca como cuando apareces en mis sueños más inquietos y lucho en los reinos de Morfeo para no despertarme, para retener esa imagen tuya, para no dejarte ir de la onírica obsesión de sentirte a mi lado mientras duermo.
Regálame una pizca de tu tiempo, deja que el ocaso caiga en la candidez de tus ideas, hasta perderte en la lógica difusa de los eternos enamorados y luego déjame permanecer allí, resucitando en la soberana forma que tienes para afrontar las pasiones, sin padecer los efectos del arrepentimiento.
Eres insistente ante mis más hondas divagaciones, pues de algún modo estás ahí, rondando mi espacio terreno como si a lo lejos me vigilaras, como si intentaras seducirme entre murmullos. Eres la raptora de todos mis recuerdos, dueña del conjunto de mis arrebatos y merecedora de las muestras de mi afecto. Deseando a cambio sólo uno de tus delicados besos, mi ruego es un ápice del placer apurado donde me uno a ti surcando los confines del inusitado firmamento.
Lo que falta aún, las certidumbres que nadie sabe, las piedras preciosas que perduran encapsuladas en algún lugar, continuarán mostrando el lado oculto de la adoración y reverencia que ahora profesamos, en espera de una combinación probable, del cruce azaroso donde un mismo destino sea el eje de nuestros caminos. Entonces me tendrás tan cerca de ti como lo desees y yo te amaré sobre todas las cosas reales o inexistentes.

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