23 mayo 2009

Contra todo fanatismo

Había un maratón de cine en el Centro Cultural José Martí. Iban a pasar cuatro películas de un director mexicano. Venía de la presentación de la última novela de Pérez Reverte, después de La reina del sur, novela en donde retrata la vida de una de las narcotraficantes más afamadas del norte de México.

Lo que nos ocupaba era la presentación de El caballero del jubón amarillo, quinta parte de las aventuras del capitán Alatriste en medio de la suntuosidad del siglo de oro español. El evento estaba programado para las siete, pero empezó una hora tarde, pues Germán Dehesa y Reverte habían tenido problemas para llegar.

Mencionaron el atentado que habían sufrido habitantes a bordo de un tren en Madrid ese mismo día en la mañana. La directora de la editorial Alfaguara repudió los actos terroristas y ofreció condolencias a los afectados. Se pidió que guardáramos un minuto de silencio. Aunque el presentador había dicho que por obvias razones no habría brindis al final del evento, Pérez Reverte no se enteró y sin darse cuenta del aviso, departió con Dehesa una botella de whisky J&B con el más natural de los ánimos bohemios.

El interlocutor sacó a relucir su ingenio mordaz en todo momento, en cado uno de sus atrevidos planteamientos y de sus ocurrentes respuestas. Salí de ahí cuando Reverte tomó la pose del escritor consagrado, ese que subestima al público mientras piensa que se ha echado a todos a la bolsa.

Luego, me fui al Salón de la Plástica Mexicana, ubicada del otro lado de las librerías de viejo que conforman, en gran medida, la calle de Donceles. Está en el primer piso del Museo de la Caricatura. Subo las escaleras y los invitados ya están levantando las copas. Me acerco a la mesa, al vino de honor, brindo a tu salud, y entro a la primera sala para admirar la obra reunida.

Después de unos minutos, me encontré a un señor que también estaba en el Centro Cultural España. Platicamos del apoyo que le dan las editoriales a Reverte en comparación con escritores mexicanos. Acordamos que hay diferencias notables en el marketing empleado para publicitar sus novelas con grandes espectaculares alrededor del mundo.

Por algo, es el autor más leído, por encima de la serie de Harry Potter o de El código Da Vinci, que en los últimos meses han repuntado en las listas de los más vendidos. Mientras la gente comienza a abandonar el lugar, le explico, en tono de broma, que yo olvidé llevar los libros que tengo de él, para que me los autografiara.

La fila era tan larga que se veía casi imposible. De todos modos, a mi no me gusta formarme para esas cosas. Estoy en contra de todo fanatismo, y más si éste, en lugar de ser religioso, es literario.

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