23 enero 2009

Esencia de ventiscas y nubarrones

En la mitología griega, el Dios Eolo, hijo de Poseidón y jerarca tanto de los vientos buenos, como de los relacionados con las catástrofes, fue parte de las historias que explicaron la creación del universo. Asimismo, obras como la Ileada y la Odisea, lo mencionan en algunos de sus pasajes; ejemplo de ello, son los viajes de Ulises y sus peripecias para llevar su épica tarea a buen término.

Dentro de los cuatro elementos principales que conforman al mundo, está el aire que junto con el fuego, es un elemento de esencia masculina, mientras que el agua y la tierra, lo son de carácter femenino. Con la serpiente emplumada o Quetzalcóatl, así como Ehécatl, dios del viento, emparentado con Tláloc, dios de la lluvia, tenemos a sus principales representaciones míticas en la cultura prehispánica.

En el municipio de Tizayuca hay una temporada en la que el viento toma impulso justamente en febrero, continúa su fuerte racha hasta agosto y sólo aminora su soplido para dar paso a las lluvias torrenciales que anegan los afluentes de los sembradíos. En medio de sus parajes solitarios, entre las cuantiosas casas de interés social y las unidades habitacionales que cada vez se propagan más en los alrededores, se cuela por las veredas cubiertas de vegetación adusta y los montículos de cactáceas que apenas adornan la grandeza de los magueyales.

La fuerza de los vientos -no hay que dejar de mencionarlo-, es hoy más que nunca, una alternativa para la generación de energías renovables en México. La creación de nuevos métodos para administrar los recursos naturales, ha propiciado que se piense seriamente en el uso y aprovechamiento de sus beneficios a través de molinos dispuestos en centrales eolo eléctricas, cuyos resultados ya son palpables en otros países como Estados Unidos, España y Alemania.

La interrogante que surge entonces es: ¿cómo pintar o cómo escribir el viento?, ¿de qué forma crear la sensación de entrar en su misma acústica?, si hablamos de un elemento que no se ve, no se oye, no se palpa en primera instancia. En la pintura existen variadas formas de representarlo y en la música es una secuencia indispensable para su composición, pero en las letras es distinto, pues resulta más complicado retratar o capturar un elemento tan esquivo, tan difícil de apresar. El poeta se sirve como puede del tono que forman sus vocales unidas, retoma el armonioso silencio que se forma luego de ser pronunciadas con parsimonia, para volverlo una variable o una derivación en versos de trepidante delicadeza.

En las artes escénicas como el teatro, el cine y el video, el viento ha formado, debido a su capacidad de abrirse a la metamorfosis, un dúo simbólico con el movimiento que siempre se vuelve una secuencia inédita de imágenes por descubrir, ante la mirada atenta.

Ya sea con el viento de la memoria, el de la trasmigración de los espíritus o en cualquiera de los que se suman a los cuatro puntos cardinales, podemos asegurar que existe una esencia de ventiscas y nubarrones en las artes, en la que el soplo vital de este componente siempre se presenta con toda su gama de manifestaciones, como eje central dador de sentido. Y es que el viento no mueve las cosas en apariencia, pero gracias a él, todo está en constante evolución.

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