19 diciembre 2009

Fragmentos a la deriva II




La luz de la bella luna decembrina, con su resplandor nocturno tan parecido a la de octubre, se cierne sobre nuestras esperanzas. De pronto se hunde entre las nubes, se escabulle a un sitio oculto entre las sombras infinitas de un cielo insospechado; velo de formas deleitosas que se inscriben en las caprichosas ráfagas de viento. Más tarde, pende en el techo del firmamento la luna más radiante de todo el año.

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Entre simpatías y caras largas, los mejores momentos transcurren sin dejar huella alguna en la memoria. El único rastro visible son las fotografías que perduran guardadas en los cajones de un altero. De vez en cuando, las rescatamos para mirarlas, tocarlas y ordenarlas con cierto desdén acumulado a través del tiempo.

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Suerte de arreglos antes pactados; convenio de soledades que a pesar de los pesares buscan un complemento, sin poderse quitar bien a bien, la máscara profana bajo la cual se escudan para no sentirse vulnerables, para no evidenciar que sólo se usan porque se necesitan y que se necesitan porque se aman.

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Se rompen cielos eternos en la contemplación desinteresada de las satisfacciones ajenas. La nobleza roza levemente a la soberbia de saberse cobijado, a la instancia retrógrada de exigir a los demás lo que en principio no se está dispuesto a dar. Se nubla el entendimiento ante tanta cerrazón.

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Hacemos que los demás crean lo que nos conviene, que nos crean dueños de la imagen maquillada que ofrecemos al mundo entero, mientras en el fondo de nuestro disfraz de mil colores un ser temeroso huye de las decepciones.

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El mal humor nos transforma en seres huraños. Amargados por cada instante donde no somos abiertamente complacidos, nuestra personalidad se enturbia y toda paciencia parece insuficiente. Tal comportamiento siempre será el germen de los más serios líos.

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Desde el presentimiento más nimio, sabemos de cerca lo que siempre damos por hecho; pedimos cariño honesto sin darlo primero y exigimos recibir un “te quiero”, sin regalarlo ni ganarlo con buenos méritos.

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Al mirar hacia atrás, nos topamos con escenas de un pasado fragmentado, con las piezas de un rompecabezas inconcluso y con los afectos disipados de un corazón en ruinas. Abrigamos en el pecho los restos de mil naufragios y nos curamos las heridas mal cicatrizadas, antes de volver a aventurarnos a mar abierto por los límites de la pasión.


20 noviembre 2009

Fragmentos a la deriva





Ante la escasa inspiración, nos tomamos la libertad de plasmar lo que nos venga en gana, de proclamar el ritmo insensato de otras palabras, de otros mensajes que tomen formas diversas para indagar en el baúl de los pensamientos y ordenar con más o menos suerte, las piezas de un brumoso rompecabezas. 

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No es fácil llenar un espacio en blanco, porque es más que sólo un espacio, es toda una gama de sensaciones, ese cúmulo de recuerdos memorables que pueblan la imaginación al pensar.

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Hay quienes no se saben afortunados de estar vivos. Pasan todo el día quejándose de los sinsabores de la vida, de los desperfectos que anteponen a la dicha enorme de abrirse a la existencia sin reclamos, desde el instante matutino en el que damos nuestro primer respiro.

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Nos obligamos a cumplir nuestras palabras, a cristalizar la fuerza de voluntad en nuestros actos y a escapar del abismo hondo de las apatías; de la desinteresada forma de mirar correr la vida, sin involucrar nuestros ánimos en el cumplimiento de nuestras promesas atrevidas.

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Una amistad basada en el interés tarde que temprano termina agrietándose en el discurrir de mutuos halagos que se intercambian por compromiso. Mustia entrega que acaba fastidiando incluso a quienes gozan de un ánimo siempre cordial y compartido.

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Sentir un palpitar en el cuerpo junto a otra persona, se vuelve una exigencia. Amar otra vez es la puerta de entrada a una dicha enorme que no quisiéramos abandonar de nueva cuenta.

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Vivaz presencia, voz acaramelada, esencia cálida que se antepone a la mirada fija. Rostro de ave en la eterna búsqueda de la libertad perdida. Espíritu húmedo de transparencias rozagantes bajo el semblante de las medianías.

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Tenemos una identidad definida, pero cuando actuamos diferente, se rompe la atmósfera cotidiana de la vida. Si algo puede acabar con la tranquilidad es desconocer si nuestros actos en verdad confirman quienes pretendemos ser.

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La risa es el regalo de los dioses, anhelo concedido de mofarse de uno mismo, de obsequiar una sonrisa total y rotunda, como símbolo de la esencia virtuosa de una vida, llena de simplezas y equivocaciones, de vacíos y gratitudes, de humildad y asombro continuo.

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Los juramentos pierden credibilidad en la rústica esfera de lo espontáneo; allí se cambia de parecer cada cierto tiempo, se ajustan sin esmero las prioridades a largo plazo y se intercambian los motivos para darle paso a la desidia, mientras el valor de la victoria consiste en no darse por vencido.


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Volvemos a despertar al júbilo de antaño, a portarnos como simples niños, aceptando la capacidad de asombrarse en cada quiebre, en cada respiro. Una alegría contagiosa nos recorre el cuerpo en las vísperas de otro año nuevo. Desechamos males y nos llenamos de bendiciones y buenos deseos.


20 octubre 2009

Secreto inofensivo





De pronto suena el teléfono, hago una pausa, me levanto de la sala y me disculpo mientras me alejo para escuchar quién habla del otro lado de la línea. Se trata ni más ni menos que de Cecilia, una amiga que conocí en un lugar llamado La vecindad, durante un evento de videoarte y música improvisada.

Me pregunta en dónde estoy, le contesto que en mi casa y acto seguido dice que si me parece bien me invita a cenar. Rápidamente me explica cómo dar con el departamento de su mejor amiga y acepta que nos veamos dentro de media hora.

Llego al rumbo de Santa María La Ribera, tomo el primer taxi que pasa desocupado y avanzamos por la calle de Magnolias. Después de varias cuadras, corroboro la dirección y entonces la miro asomándose por la ventana. Aquí me bajo, le digo al chofer, indicándole que se detenga.

Al saludarnos efusivamente, me pregunta por qué tardé tanto y cuando subimos las escaleras observo que Mari Carmen y su novio ya están cenando. En la mesa hay un plato de espagueti, otro de rabioles, una charola de camarones rellenos y para beber una jarra de clericot.

Me presenta con ellos y nos sentamos juntos. La dejo hablar mientras veo el florero con rosas en medio de la mesa y siento la mirada inquieta sus amigos. Cecilia me dice que su hermana está con Germán en una fiesta de cumpleaños. Le acaban de hablar por teléfono para saber si los acompañaría, pero ya es tarde, la celebración queda muy lejos y además me confiesa que ya les había dicho que no tenía muchas ganas.

Hablamos del calor que está haciendo últimamente, aún en las noches, y que a veces hay que dormir con un ventilador al lado de la cama. Cecilia dice que a ella así le gusta el clima y a mí me parece que la oleada de altas temperaturas se está alargando para darnos una muestra de su condición cada vez menos predecible.

Todo lo que prepararon está delicioso y el clericot con hielo resulta sumamente refrescante. Terminamos de cenar platicando de cine, en especial de las películas españolas, del sex appeal de Penélope Cruz y de la otra guapa que sale con ella en una cinta que nadie puedo recordar cómo se llamaba.

Mari Carmen propuso que viéramos "La maldición de la perla negra", con Johnny Deep, nominado al Oscar por el papel del pirata Jack Sparrow y al parecer, uno de sus actores favoritos. La otra alternativa era "Japón", una película mexicana que tuvo buenas críticas de los especialistas, aunque pasó casi desapercibida para el público.

Luego de una pequeña votación nos decidimos finalmente por la primera. Julio apaga el reproductor de música tras encender la televisión, mientras Cecilia y yo vamos a la cocina bajo el pretexto de preparar las palomitas. Nos besamos súbitamente como anticipo del encuentro que más tarde tendríamos en la habitación contigua.

Antes de ver el final, los novios se fueron quedando vencidos por el sueño, como quienes duermen con la tranquilidad de saberse bien acompañados. Me quedé inmóvil hasta que aparecieron los créditos de la película y después nos fuimos a acostar tratando de no hacer mucho ruido. No sé por qué, pero cuando me despedí a la mañana siguiente, no quise decirles que ya la había visto. A lo mejor ellos también, pero eso era lo de menos.

20 septiembre 2009

Mutismo absoluto





Jamás te cruzó por la mente que pudieran secuestrarte. Salías del bar cuando te cortaron el paso, amenazaron con disparar sus armas y te rodearon hasta dejarte sin escapatoria. En seguida, te anestesiaron para dejarte inconsciente. Nadie te auxilió porque cuando te interceptaron, las calles de la ciudad estaban completamente desoladas. Desconoces a dónde te han llevado, así como el tiempo que ha transcurrido desde tu captura. 

Ahora te sientes desfallecer por la sed y el hambre, pero ni siquiera puedes moverte; tienes los brazos y las piernas atadas con gruesas cadenas. Escuchas pasos en el techo del sitio donde te mantienen recluido. Quizás sean tus captores negociando el monto del rescate. —Tan pronto me saquen de aquí, los voy a denunciar a todos y se van a refundir en la maldita cárcel— les gritas, con ganas de escupirles en el rostro. Entre forcejeos, te inyectan otra dosis de la misma droga, amenazándote de muerte si no cooperas con ellos.

Minutos después, todavía alcanzas a reconocer el motor de un automóvil que se aleja, mientras tus aullidos de dolor se pierden en aquel abismo subterráneo. Sufres el desconcierto de hallarte atrapado en los rincones de ese universo desconocido. De pronto, percibes las sombras de criaturas que deambulan sin descanso en esa fantasmal atmósfera.


Bajo el estado alucinante de la demencia, te envuelve el silbido del viento colándose por los resquicios, tan parecido a los lamentos de las almas sentenciadas. Resuenan ecos en lugares inhóspitos; te atormentan los ruidos de las ratas vagando por las alcantarillas. Eres presa del torbellino estremecedor que se acentúa en tu propia psique, perseguida por ese ejército de seres siniestros que te obligan a rezar silenciosamente.

Vislumbras una silueta abominable que yace sumergida en las profundidades de las tinieblas, pero te das cuenta que se trata del cadáver inerte de otra víctima como tú. Entonces cierras los ojos y se apodera de ti una sensación aterradora. Olores fétidos flotan desde donde nada se puede ver e inevitablemente, te sientes sofocado como si estuvieras adentro de un féretro.

Súbitamente, el equipo especial antisecuestros atrapa in fraganti a tus agresores. Derriban la puerta del sótano, te incorporan de inmediato y te liberan del encierro. Por un instante, te domina la incertidumbre, quieres correr, pero te sientes paralizado. Tan sólo buscas articular una palabra para agradecerles por salvarte. Luego de varios intentos que resultan inútiles, descubres lo peor y quedas atónito. Tus miserables verdugos te han mutilado la lengua, dejándote sumido en un mutismo absoluto.


20 agosto 2009

Claves para la creación literaria


Para todos aquellos que escribir les parece una empresa imposible, ya sean novatos, inhibidos o simples aficionados, el Manual de creación literaria de Oscar de la Borbolla explica cómo se pueden encontrar ideas sin que la temida esterilidad del escritor se convierta en un tortuoso vía crusis.
Con cuatro títulos reeditados por la editorial Nueva Imagen, el autor de Todo está permitido, Nada es para tanto, Las vocales malditas y Manual de creación literaria, se ha convencido de que el misterioso embrujo de escribir, como lo llaman algunos, también puede ser enseñado.
Sin embargo, reconoce que no se trata únicamente de dar a conocer los trucos o las claves de la narrativa para el uso de los jóvenes escritores, sino también el hecho de poder pactar un acercamiento a reflexiones de ángulo filosófico, así como plantear nuevas vías para la creación.
Oscar de la Borbolla ha sido profesor de filosofía por treinta años. Resulta oportuno suponer que como filósofo, tiene una capacidad de lector implacable que le permite controlar esa necesidad interior y a la vez, renovar el pensamiento escrito en el salón de clases o ante la hoja en blanco a partir de la revisión de ciertos elementos lingüísticos que encierran el quehacer de la escritura.
Este Manual es notable por fuera y por dentro. En él demuestra que ha sabido combinar la docencia con su labor literaria. Se encuentra dividido en varios capítulos, tales como “Verosimilitud”, “Velocidad”, “Ambigüedad” y “Humor”. Lo anterior queda justificado a través de las experiencias reunidas en la práctica, durante su etapa como tallerista en la Sociedad General de Escritores de México, donde eran esas precisamente, las principales carencias de sus alumnos.
Según El arte poética de Paul Valery, el productor de una obra primero debe ser uno mismo y adquirir la medida de las cosas, para luego crear algo con el valor de una “obra del espíritu”. Su explicación da constancia de una sentencia lógica que es fundamental saber: para poder cantar, primero hay que vivir, pues resulta sumamente complejo presenciar un mundo resquebrajado y traducirlo simultáneamente.
De la Borbolla es un hábil maestro de las letras que pese a conocer el entramado fatalista de la realidad, prefiere la carcajada a los problemas con los que se enfrenta. Por eso apunta que siempre se tiene algo inédito por escribir; de lo contrario, sería una pérdida de tiempo no ver reflejada esta consigna en el trabajo de un informador de realidades alternas, de otros universos donde lo más importante, no es lo tangible ni lo verdadero.

21 julio 2009

El último libro del Doctor K

Articulista de La Jornada, el Dr. K, como le dicen algunos devotos cercanos, se anuncia ante una nutrida concurrencia con su último libro bajo el brazo. Le tiene fervor a Cioran, ese que se auto nombró “escéptico al servicio de un mundo agonizante”, pues su pasión por la vida también desemboca en el filósofo de siempre, suma de una secuencia de perplejidades.

Hacedor de frases lapidarias, Arnoldo Kraus se desdobla en una serie de matices con cada juicio, en cada reflexión, en cada sentencia antropológica que recopilan sus escritos. Verbigracia: “el momento en que la muerte espiritual abrace a todos los humanos, el mundo se volverá frío”. Sin embargo, es capaz de asegurar ante los demás que se considera un “devoto de la duda”.

Su libro, UNA LECTURA DE LA VIDA. La enfermedad y sus caminos, reúne el trabajo sistemático de un hombre dedicado a la medicina, otra más de sus facetas, y a la búsqueda de una perspectiva humanística que rompa con la triste constante de dicha profesión.

Tocando problemáticas substanciales como el SIDA, el aborto, o el prejuicio de asociar enfermedad y pecado, la forma en que disecciona esos temas es admirable. De primer orden por ser poco común. Porque, como explica Carlos Payán en la presentación, sus textos no son, en esencia, una lectura de vida, sino una lección de vida.

La afición literaria de Carlos Monsiváis, quién también asistió a la Casa Lamm para acompañar al Dr.K –camarada de tantos años–, le ha permitido cultivar un acercamiento a sus ensayos y a su amistad.

Poseedor del récord olímpico mundial como asistente a presentaciones de libros, Monsiváis dice: “su libro es individual y colectivo, ya que a través de su encuentro con otros, crea un diálogo con el lector”.

Y es que la maquina textual de Arnoldo Kraus es, ante todo, la obligación de vivir el Hoy como la desviación a la entrega fatídica de la muerte. Su lectura revela indignación y protesta ante la insultante página en blanco, que hay que llenar letra tras letra, a través de la crítica aguda, pues como decía G. Deleuze, “el escritor como tal no está enfermo; es el médico de sí mismo”.

24 junio 2009

Crónica de un extravío

Apunto la dirección donde será la reunión de la revista Erotana y salgo de mi casa con la prisa de siempre. La calle a donde me dirijo se llama Huatabampo y queda a dos cuadras del metro Centro Médico.

En el camino voy leyendo Trópico de Cáncer, del irreverente Henry Miller. Es una novela aderezada de frases gloriosas, cuya historia me resulta anecdóticamente divertida. Salgo a la superficie y camino buscando el número. Por fin doy con el 175, donde toco el timbre del interior 4 y sin preguntar quién es, me abren la puerta.

Camino por el pasillo oscuro hasta el fondo sin reconocer muy bien el piso. Llego a las escaleras y volteo, veo a Luis, quien de inmediato me saluda y me invita a pasar.

Adentro sólo está el vocalista y guitarrista del grupo Melandrolia; los demás aún no han llegado. Lo saludo y platicamos mientras esperamos que llegue Edgar, quien ha ido a buscar a su novia Reneé.

Los demás de plano parecen haberse olvidado de la reunión, así que descartamos su llegada y entramos de lleno al tema de las colaboraciones para el próximo número de la revista.

Entre el amor y la muerte, con la escritura como música de fondo y el diseño de nuevas formas de expresión, se va mejorando la propuesta del segundo número, que se dio a conocer apenas el pasado viernes en un lugar llamado la Buhardilla, el cual, según me dicen luego, no fue al final de cuentas el espacio más conveniente para la presentación.

Resulta ser que el dueño, molesto por la hora y por la cantidad de gente que había, pidió que siguieran consumiendo o de lo contrario cerraría su negocio.

Ese día, yo de plano me perdí en el camino. Ya saben a lo que me refiero. Fue imposible encontrar el lugar, pregunté en una galería, en un restaurante, en la esquina de un sitio de taxis y nadie supo orientarme un poco siquiera para salir de mi extravío.

Se me ocurrió ir entonces a preguntar en el Atrio, espacio cultural en donde se presentó el número 1 de Erotana, y en donde conocí a los que se encargan de hacerla posible. Sin embargo, allí tampoco encontré a quien me pudiera dar su ubicación precisa.

De vuelta en casa, tomo la revista en las manos y empiezo a hojearla con una curiosidad que raya en el morbo. Vuelvo a leer impreso lo que mandé por correo electrónico y, aunque suene raro, me reconozco en esas palabras que aparecen escritas debajo de mi nombre.

La colaboración fue publicada en las páginas centrales, a la derecha de un fragmento de Herman Hesse. Traté de conservar la brevedad, por lo que a Edgar le pareció acertada la idea de ilustrarla con una imagen complementaria.

Me hubiera gustado que tratara sobre el amor, pero el texto que envié lo escribí una tarde mientras se despejaban mis ideas y repasaba mentalmente el concepto de Sigmund Freud: el ello, el yo y el súper yo; instancias en donde se funda el comportamiento humano y todos nos reconocemos finalmente, como la suma de cuerpo, alma y espíritu.

23 mayo 2009

Contra todo fanatismo

Había un maratón de cine en el Centro Cultural José Martí. Iban a pasar cuatro películas de un director mexicano. Venía de la presentación de la última novela de Pérez Reverte, después de La reina del sur, novela en donde retrata la vida de una de las narcotraficantes más afamadas del norte de México.

Lo que nos ocupaba era la presentación de El caballero del jubón amarillo, quinta parte de las aventuras del capitán Alatriste en medio de la suntuosidad del siglo de oro español. El evento estaba programado para las siete, pero empezó una hora tarde, pues Germán Dehesa y Reverte habían tenido problemas para llegar.

Mencionaron el atentado que habían sufrido habitantes a bordo de un tren en Madrid ese mismo día en la mañana. La directora de la editorial Alfaguara repudió los actos terroristas y ofreció condolencias a los afectados. Se pidió que guardáramos un minuto de silencio. Aunque el presentador había dicho que por obvias razones no habría brindis al final del evento, Pérez Reverte no se enteró y sin darse cuenta del aviso, departió con Dehesa una botella de whisky J&B con el más natural de los ánimos bohemios.

El interlocutor sacó a relucir su ingenio mordaz en todo momento, en cado uno de sus atrevidos planteamientos y de sus ocurrentes respuestas. Salí de ahí cuando Reverte tomó la pose del escritor consagrado, ese que subestima al público mientras piensa que se ha echado a todos a la bolsa.

Luego, me fui al Salón de la Plástica Mexicana, ubicada del otro lado de las librerías de viejo que conforman, en gran medida, la calle de Donceles. Está en el primer piso del Museo de la Caricatura. Subo las escaleras y los invitados ya están levantando las copas. Me acerco a la mesa, al vino de honor, brindo a tu salud, y entro a la primera sala para admirar la obra reunida.

Después de unos minutos, me encontré a un señor que también estaba en el Centro Cultural España. Platicamos del apoyo que le dan las editoriales a Reverte en comparación con escritores mexicanos. Acordamos que hay diferencias notables en el marketing empleado para publicitar sus novelas con grandes espectaculares alrededor del mundo.

Por algo, es el autor más leído, por encima de la serie de Harry Potter o de El código Da Vinci, que en los últimos meses han repuntado en las listas de los más vendidos. Mientras la gente comienza a abandonar el lugar, le explico, en tono de broma, que yo olvidé llevar los libros que tengo de él, para que me los autografiara.

La fila era tan larga que se veía casi imposible. De todos modos, a mi no me gusta formarme para esas cosas. Estoy en contra de todo fanatismo, y más si éste, en lugar de ser religioso, es literario.

26 abril 2009

Por el gusto de habernos conocido

Y pensar que todo se dio a partir de un simple pretexto. De pronto, nuestra travesía cobró otro significado. El motivo, en apariencia, era estar en el mismo sitio, viajar juntos a las afueras de lo que veíamos todos los días. Por alguna razón conseguimos asistir al mismo evento; dicen que las cosas sólo suceden en el momento preciso.

¿Cuál es la diferencia? Te recuerdo. ¿Qué recuerdo de ti? Recuerdo lo que no he olvidado. Ese día se inauguró la vereda que nos permitió estar en el mismo lecho, camino donde surgió una pequeña historia en común; carretera de abrazos donde nuestras bocas compartieron todas sus pasiones.

Fue una excursión a tus ganas de sentirme contigo, a tu manera de mirarme esperando una respuesta; a despejar tus ganas de acercarte, de expresar en carne propia lo que se había gestado a partir de que nos conocimos.

Ahora soy el olor del deseo que se pasea en estas letras. Estoy tan hambriento que podría devorar la noche entera por su olor de amante. Desde aquí te busco rogando a la luna desvelada que me deje verte tal como entonces. Así, llena de vida, tentada a experimentar con la piel desnuda, a cabalgar por el aire afrontando en cada goce los miedos y la incertidumbre.

Repaso lo ocurrido, y en la remembranza sugerida veo a la gente con los ojos de alguien que busca el amor; mujeres jóvenes, madres con sus hijos, prostitutas conversas, niñas que anhelan perder la virginidad, y monjas que rezan para ocultar sus pensamientos más devotos. Sus caras me hacen aclarar lo que hace mucho había dejado en el baúl de la memoria. El saber que el amor siempre está en algún lugar, y no descansa hasta revelarse.

Por el gusto de habernos conocido, te saludo de nuevo en la complicidad de la voz por teléfono, en la historia de uno de tus novios, en la mudanza del deseo y en la espera de encontrarnos otra vez recorriéndonos la piel. Aquí todo es nuevo. La incertidumbre y lo indecible. Los sueños y los laberintos donde no es del todo malo perderse. Los enigmas de un porvenir de dulces encuentros. Hoy que nos buscamos siento que cada segundo es el mejor para emprender el camino hacia un reencuentro aplazado por el temor a lastimarnos.

24 marzo 2009

Los reyes del spanglish

Se cuenta que eran despreciados por todos. Durante la época de la Segunda Guerra Mundial eran considerados como delincuentes y eran presa de las redadas policiales que terminaban culpándolos por la creciente ola de violencia. De tal forma, representaban lo opuesto a la disciplina que pregonaba el ejército norteamericano. Además, carecían de la aprobación de sus familias, pues tampoco eran considerados como parte de los suyos.

Octavio Paz los menciona en el ensayo que da pie a El laberinto de la soledad, en donde muestra un controvertido retrato de los pachucos. Él no valora positivamente su contribución a la identidad del mexicano inmigrante, ya que según su perspectiva, eran figuras tristes y grotescas que se mantenían en una incesante búsqueda de identidad al no tener ninguna herencia o filiación histórica.

Sin embargo, serían ellos mismos quienes a la postre servirían de inspiración a los movimientos chicanos que surgieron a finales de los años 60. Considerados como un eslabón radical entre dos culturas distintas, hoy son reivindicados como aquellos que a pesar de vivir estigmatizados, finalmente optaron por un estilo propio y reaccionaron no sólo contra el racismo estadounidense, sino también contra los convencionalismos de las tradiciones mexicanas.

Es cierto que los pachucos eran rebeldes y extravagantes tanto en sus peinados como en su modo de vestir. Por lo general, su saco tenía solapas amplias y sus pantalones eran holgados, ceñidos a la cintura, así como a los tobillos. Utilizaban zapatos estilo francés y a los lados de sus bolsas, acostumbraban usar largas cadenas. El conjunto culminaba con sombreros estilo italiano, adornados con una pluma como distintivo de elegancia.

Se dice que su nombre es una derivación de los nacidos en El Paso, Texas, y que más tarde llegarían a poblar los barrios en la ciudad de Los Ángeles. A través de su habilidad verbal expresaban su manera de ser, ante la marginación de la cual eran objeto por parte de la sociedad en su conjunto. Por eso justamente surgió el lenguaje de los reyes del spanglish, como una mezcla de anglicismos con una buena dosis de picardía mexicana que retomaría el mismísimo TinTán en sus películas inolvidables.

23 febrero 2009

En busca de espacios alternos

Hace más o menos dos décadas, las tecnologías de la comunicación que apenas comenzaban a tener auge, eran consideradas de carácter neutral, capaces de responder activa o pasivamente, para beneficiar o no a los usuarios, de acuerdo con el contexto en que se usaban. Hoy en día la noción de neutralidad ya es defendible, dado que las nuevas tecnologías son parte integral de la producción y del paisaje colectivo, con el potencial de ejercer influencia no únicamente sobre las fuerzas políticas y económicas, sino de afectar también, a niveles cada vez más profundos, las formas en las que constituimos nuestras sociedades. Todo lo anterior nos coloca, como nunca antes, en una posición distinta. Es factible que muchos no tengan mayores referencias de lo que se ha dado en llamar "cibercultura", o que lo asimilen simplemente como una representación más de lo que sucede en el ciberespacio. Sin embargo, propongo que haya una sección especial donde se trate de igual manera, su funcionamiento y sus ventajas al optimizar la comunicación humana. El "humanismo en la Red" va mucho más allá; tanto como nuestra imaginación lo permita. Dentro de los motivos por los cuales surge el proyecto de la Red Mundial de Arte y Cultura, están las inquietudes inherentes a mi formación profesional en la comunicación y el periodismo. Por lo cual, el hecho de conocer los mecanismos, los avances y los ejemplos más destacados en cuanto a la creación de proyectos autogestivos, es un imperativo que me resulta de particular interés. Asimismo, su creación obedece al propósito de abordar el tratamiento de los asuntos relacionados con la oferta y la demanda en el ámbito cultural, para articular las visiones de un mundo, hasta el momento, desordenado en las iniciativas culturales que consume el creciente número de ciudadanos en busca de espacios alternos, pero cuya mirada cautiva sigue adormecida por los medios establecidos.

23 enero 2009

Esencia de ventiscas y nubarrones

En la mitología griega, el Dios Eolo, hijo de Poseidón y jerarca tanto de los vientos buenos, como de los relacionados con las catástrofes, fue parte de las historias que explicaron la creación del universo. Asimismo, obras como la Ileada y la Odisea, lo mencionan en algunos de sus pasajes; ejemplo de ello, son los viajes de Ulises y sus peripecias para llevar su épica tarea a buen término.

Dentro de los cuatro elementos principales que conforman al mundo, está el aire que junto con el fuego, es un elemento de esencia masculina, mientras que el agua y la tierra, lo son de carácter femenino. Con la serpiente emplumada o Quetzalcóatl, así como Ehécatl, dios del viento, emparentado con Tláloc, dios de la lluvia, tenemos a sus principales representaciones míticas en la cultura prehispánica.

En el municipio de Tizayuca hay una temporada en la que el viento toma impulso justamente en febrero, continúa su fuerte racha hasta agosto y sólo aminora su soplido para dar paso a las lluvias torrenciales que anegan los afluentes de los sembradíos. En medio de sus parajes solitarios, entre las cuantiosas casas de interés social y las unidades habitacionales que cada vez se propagan más en los alrededores, se cuela por las veredas cubiertas de vegetación adusta y los montículos de cactáceas que apenas adornan la grandeza de los magueyales.

La fuerza de los vientos -no hay que dejar de mencionarlo-, es hoy más que nunca, una alternativa para la generación de energías renovables en México. La creación de nuevos métodos para administrar los recursos naturales, ha propiciado que se piense seriamente en el uso y aprovechamiento de sus beneficios a través de molinos dispuestos en centrales eolo eléctricas, cuyos resultados ya son palpables en otros países como Estados Unidos, España y Alemania.

La interrogante que surge entonces es: ¿cómo pintar o cómo escribir el viento?, ¿de qué forma crear la sensación de entrar en su misma acústica?, si hablamos de un elemento que no se ve, no se oye, no se palpa en primera instancia. En la pintura existen variadas formas de representarlo y en la música es una secuencia indispensable para su composición, pero en las letras es distinto, pues resulta más complicado retratar o capturar un elemento tan esquivo, tan difícil de apresar. El poeta se sirve como puede del tono que forman sus vocales unidas, retoma el armonioso silencio que se forma luego de ser pronunciadas con parsimonia, para volverlo una variable o una derivación en versos de trepidante delicadeza.

En las artes escénicas como el teatro, el cine y el video, el viento ha formado, debido a su capacidad de abrirse a la metamorfosis, un dúo simbólico con el movimiento que siempre se vuelve una secuencia inédita de imágenes por descubrir, ante la mirada atenta.

Ya sea con el viento de la memoria, el de la trasmigración de los espíritus o en cualquiera de los que se suman a los cuatro puntos cardinales, podemos asegurar que existe una esencia de ventiscas y nubarrones en las artes, en la que el soplo vital de este componente siempre se presenta con toda su gama de manifestaciones, como eje central dador de sentido. Y es que el viento no mueve las cosas en apariencia, pero gracias a él, todo está en constante evolución.

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