20 agosto 2009

Claves para la creación literaria


Para todos aquellos que escribir les parece una empresa imposible, ya sean novatos, inhibidos o simples aficionados, el Manual de creación literaria de Oscar de la Borbolla explica cómo se pueden encontrar ideas sin que la temida esterilidad del escritor se convierta en un tortuoso vía crusis.
Con cuatro títulos reeditados por la editorial Nueva Imagen, el autor de Todo está permitido, Nada es para tanto, Las vocales malditas y Manual de creación literaria, se ha convencido de que el misterioso embrujo de escribir, como lo llaman algunos, también puede ser enseñado.
Sin embargo, reconoce que no se trata únicamente de dar a conocer los trucos o las claves de la narrativa para el uso de los jóvenes escritores, sino también el hecho de poder pactar un acercamiento a reflexiones de ángulo filosófico, así como plantear nuevas vías para la creación.
Oscar de la Borbolla ha sido profesor de filosofía por treinta años. Resulta oportuno suponer que como filósofo, tiene una capacidad de lector implacable que le permite controlar esa necesidad interior y a la vez, renovar el pensamiento escrito en el salón de clases o ante la hoja en blanco a partir de la revisión de ciertos elementos lingüísticos que encierran el quehacer de la escritura.
Este Manual es notable por fuera y por dentro. En él demuestra que ha sabido combinar la docencia con su labor literaria. Se encuentra dividido en varios capítulos, tales como “Verosimilitud”, “Velocidad”, “Ambigüedad” y “Humor”. Lo anterior queda justificado a través de las experiencias reunidas en la práctica, durante su etapa como tallerista en la Sociedad General de Escritores de México, donde eran esas precisamente, las principales carencias de sus alumnos.
Según El arte poética de Paul Valery, el productor de una obra primero debe ser uno mismo y adquirir la medida de las cosas, para luego crear algo con el valor de una “obra del espíritu”. Su explicación da constancia de una sentencia lógica que es fundamental saber: para poder cantar, primero hay que vivir, pues resulta sumamente complejo presenciar un mundo resquebrajado y traducirlo simultáneamente.
De la Borbolla es un hábil maestro de las letras que pese a conocer el entramado fatalista de la realidad, prefiere la carcajada a los problemas con los que se enfrenta. Por eso apunta que siempre se tiene algo inédito por escribir; de lo contrario, sería una pérdida de tiempo no ver reflejada esta consigna en el trabajo de un informador de realidades alternas, de otros universos donde lo más importante, no es lo tangible ni lo verdadero.
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