Se cuenta que eran despreciados por todos. Durante la época de
Octavio Paz los menciona en el ensayo que da pie a El laberinto de la soledad, en donde muestra un controvertido retrato de los pachucos. Él no valora positivamente su contribución a la identidad del mexicano inmigrante, ya que según su perspectiva, eran figuras tristes y grotescas que se mantenían en una incesante búsqueda de identidad al no tener ninguna herencia o filiación histórica.
Sin embargo, serían ellos mismos quienes a la postre servirían de inspiración a los movimientos chicanos que surgieron a finales de los años 60. Considerados como un eslabón radical entre dos culturas distintas, hoy son reivindicados como aquellos que a pesar de vivir estigmatizados, finalmente optaron por un estilo propio y reaccionaron no sólo contra el racismo estadounidense, sino también contra los convencionalismos de las tradiciones mexicanas.
Es cierto que los pachucos eran rebeldes y extravagantes tanto en sus peinados como en su modo de vestir. Por lo general, su saco tenía solapas amplias y sus pantalones eran holgados, ceñidos a la cintura, así como a los tobillos. Utilizaban zapatos estilo francés y a los lados de sus bolsas, acostumbraban usar largas cadenas. El conjunto culminaba con sombreros estilo italiano, adornados con una pluma como distintivo de elegancia.
Se dice que su nombre es una derivación de los nacidos en El Paso, Texas, y que más tarde llegarían a poblar los barrios en la ciudad de Los Ángeles. A través de su habilidad verbal expresaban su manera de ser, ante la marginación de la cual eran objeto por parte de la sociedad en su conjunto. Por eso justamente surgió el lenguaje de los reyes del spanglish, como una mezcla de anglicismos con una buena dosis de picardía mexicana que retomaría el mismísimo TinTán en sus películas inolvidables.